martes, 8 de julio de 2008

El sambenito de los informáticos

Esta tarde, a un compañero le ha sonado varias veces el teléfono móvil, y cuando iba ya por la cuarta llamada (no ha cogido ninguna, se limitaba a silenciarlo) tira el móvil encima de la mesa, mascullando "pero qué tio más pesao". Intrigados hemos preguntado que quién era, y nos ha respondido "No, no es de la empresa, es uno que me tiene frito".

Instantáneamente le he dicho "a que sé quien es: Un amigo/conocido/familiar/(ponga aqui el vínculo) que quiere que hagas de soporte técnico informático gratuito de Microsoft" (AKA "oye esto no va"). Y efectivamente, cómo no, se trataba de una persona que respondia a esas características.

Lo cual me hizo recordar que el otro día se casó una pareja de amigos nuestros (realmente de mi mujer, vaya) y tras la ceremonia y mientras llegaba la hora de asistir a la pantagruélica posterior comilona, nos sentamos en una terracita a tomar unas 'birricas'. Y el caso es que estando ya sentados, el marido de otra amiga de mi mujer se gira hacia mí y me dice: "Oye, esto, a ver si me puedes ayudar, es que resulta que el portátil se me ha muerto..."

Sí, sé que todos, TODOS los que nos dedicamos a la informática, somos víctimas de amigos, parientes, conocidos, vecinos y demás categorías humanas, y TODOS acabamos "arreglando", o como mínimo guiando y asesorando a esos pobres seres infelices. Seguro que todos tenemos en la memoria alguna (o algo más que sólo "alguna") tarde en la que hemos ido a casa de alguien para hacer cualquier "tontería que no va a llevar más de 10 minutos"... y nos han dado las 3 de la mañana. Por lo menos en muchos casos se nos "pagaba" invitándonos a cenar una Telepizza, pero eso está bien cuando eres soltero... Cuando tienes mujer y crío la cosa cambia y los "desplazamientos al cliente" se hacen más complicados aparte de que ya no tienes ganas de tener que ir a la otra punta de la ciudad (dicho sea de paso, no sé hasta qué punto hay que dar las gracias a quien inventó el VNC y herramientas similares... ahora ya no tenemos que desplazarnos, pero es que ello implica que ya no tienes excusa para no "ayudar"). Pero bueno, que da igual; cada vez que te cruzas con alguien que sabe a qué te dedicas, te toca escuchar. Hemos de aceptarlo. Es nuestro sino, es nuestra cruz. Un momento: ¿Nuestra cruz? ¿Pero, qué hemos hecho para tener que cargar con ella? Es más, ¿Por qué aceptamos cargar con ella? ¿Acaso si fueses médico te dirian "Oye tú sabes qué son estas manchas que me han salido aqui debajo del escroto"? ¿Será verdad lo que nos dicen cuando intentamos resistirnos: "Venga, pero si a ti esto te mola, que disfrutas como un enano"? ¿Y por qué siempre acabamos accediendo? ¿Somos masoquistas? ¿Somos demasiado buenos, o demasiado inocentes? ¿Somos gilipollas (y los demás lo saben)?

Si tú, hipotético lector, tienes alguna anécdota al respecto que piensas que vale la pena, coméntala. Desahógate. :)